lunes, 16 de marzo de 2015
domingo, 15 de marzo de 2015
La Energía de los Duendes.
La energía de los duendes es una energía simpática y
traviesa pero que siempre se esconde
tras un buen corazón. Indepedientemente de cuál sea nuestra edad, con los
duendes trabajamos la energía inherente a las edades más tempranas de un niño:
la perplejidad, el asombro, la capacidad de maravilla, los fines inesperados,
los sucesos nuevos y mágicos, la improvisación, la diversión, la ilusión, el
juego, la experimentación.
Con la energía de los duendes aflora a nuestro mundo lo
fácil, lo espontaneo, lo natural, la risa, la sorpresa y la aceptación o
adaptación al instante, siempre que éste último no interfiera en el propósito
del alma. Es como si los duendes nos conectaran con nuestro mago interior, ése
malabarista que se oculta en nosotros y que nos enseña a lidiar con el ahora en
sintonía con el ser, en coherencia con lo que hemos venido a hacer en esta
existencia y, por supuesto, a conservar un as en la manga. Por lo tanto, los
duendes van a enseñarnos a reflejarnos en nuestro espejo para clarificar lo que
somos y descartar lo que no somos y, de este modo, encontrarnos a nosotros
mismos y conocernos mejor, ser conscientes de nuestros límites para aprender a
restarles importancia y, en cambio, identificar nuestro potencial para
enfocarnos en él, desarrrollarlo, llevar a cabo nuestra misión y dejar de estar
perdidos, aparentar lo que no somos.
La energía de los duendes también está conectada con el
agradecimiento ya que un niño es capaz de contemplarlo todo con una mirada
fresca, libre de juicio o expectativa y, por tanto, con esta visión renovada y
pura valora, reconoce todo lo que se muestra ante sí como un regalo. Por tanto,
no duda en tomarlo y distrutar de él. Los niños disfrutan de cada momento
porque ellos se aman a si mismos y, por tanto, aman todo cuanto les rodea y en
base a ese amor, a pesar de su corta existencia, saben por instinto que tienen
el derecho natural a disfrutar de cuanto les ofrece la vida. Incluso lo más
sencillo o simple, ellos pueden mirarlo con admiración o asombro, algo que no
hacemos los adultos pues hemos perdido esa capacidad de sorprendernos o
maravillarnos que si recuperáramos, nos convertiría en cada instante en
personas nuevas, frescas, libres, diferentes, sin condicionamientos, en total
armonía con el ser. Además, los niños siempre están llenos de energía, se
despiertan felices y activados, por tanto, los duendes en respuesta a esa misma
energía (que yace dormida en los adultos pero que los duendes saben reconocer
en nosotros) van a traernos cambios rápidos y sorpresas continuadas a nuestra
vida (para despertar al niño que somos).
Los duendes van a ser capaces de traer novedades a nuestra
existencia, al igual que un niño concibe su vida no como una rutina sino como
un juego en el que más que observar y quedarse al margen: participa,
experimenta, expresa y toma cada ahora y lo disfruta, como si de la mayor de
las sorpresas y bendiciones se tratara. Es como si los niños fueran capaces de
vivirlo todo como si de un pequeño milagro se tratara, y, en eso, los duendes
van a ser nuestros maestros. A veces, es como si los niños se embelesaran con
aquello que consigue llamar su atención. Ese estado de embelesamiento es propio
de un ser despierto que agradece de forma natural y que entra totalmente en
contacto con el objeto de su atención. Esto le permite reconocer aspectos que a
otros les pasan inadvertidos y ésa es una valiosa virtud en la que los duendes
pueden convertirnos en doctos.
Los duendes se acercan a los corazones honestos y puede
también atraérselos dejandoles pequeñas ofrendas en un lugar habilitado para
ellos en el hogar, por ejemplo, en un pequeña casita que les colocaremos para
ellos o, si no, en algo tan simple como un objeto a modo de recipiente: un
vasito, tinaja pequeña, bandeja, platito. Allí depositaremos pequeños manjares
(que iremos cambiando) como semillas, frutitas, galletitas y dulces caseros.
Les encanta que preparemos bizcochos o tortas caseras y que depositemos unos
trocitos para ellos en su espacio reservado el cual es aconsejable tener junto
a flores, plantas y minerales ya que los duendes aman la naturaleza. Los
duendes también valoran que guardemos el secreto de las pequeñas y
sorprendentes muestras que nos irán dando de su presencia en nuestras vidas.
Autora texto: María Jesús Verdú Sacases
Texto inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual
http://hermandadblanca.org/la-energia-de-los-duendes/
jueves, 12 de marzo de 2015
SOBRE LA EXISTENCIA Y EL UNIVERSO.
Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta
pregunta sobre la existencia y el universo.
-¿Dios creó todo lo que existe?
Un estudiante contestó valiente:
-Sí, lo hizo.
-¿Dios creó todo?
-Sí señor, respondió el joven.
El profesor contestó, -Si Dios creó todo, entonces Dios hizo
el mal, pues el mal existe y bajo el precepto de que nuestras obras son un
reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo. El estudiante se quedó
callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado
una vez más que la fe cristiana era un mito.
Otro estudiante levantó su mano y dijo:
-¿Puedo hacer una pregunta, profesor?
-Por supuesto, respondió el profesor.
El joven se puso de pie y preguntó:
-¿Profesor, existe el frío?
-¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted
no ha tenido frío?
El muchacho respondió: -De hecho, señor, el frío no existe.
Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en
realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio
cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo
tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de
calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el
frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no
tenemos calor.-Y, ¿existe la oscuridad?, continuó el estudiante.
El profesor respondió:
-Por supuesto.
El estudiante contestó:
-Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe.
La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede
estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer
la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes
longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas
e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan
oscuro está un espacio terminado? Con base en la cantidad de luz presente en ese
espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para
describir lo que sucede cuando no hay luz presente.
Finalmente, el joven preguntó al profesor:
-Señor, ¿existe el mal?
El profesor respondió:
-Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio,
vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del
mal.
A lo que el estudiante respondió:
-El mal no existe, señor, o al menos no existe por si mismo.
El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos
anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de
Dios. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen
el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios
presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la
oscuridad cuando no hay luz. Entonces el profesor, después de asentir con la
cabeza, se quedó callado. El nombre del joven era: Albert Einstein
FUENTE http://evolucionconsciente.org
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